Nueva Ley de Donaciones Culturales
Así como hoy Chile se encuentra en el umbral del desarrollo, también estamos viviendo un clima favorable para el advenimiento de lo que llamamos una cultura de segunda generación, aquella en que debiéramos ver que nuestro celebrado progreso económico y social comenzará a empatarse con un desarrollo cultural cada vez más vertiginoso, exigente y equitativo.
La nueva Ley de Donaciones Culturales promulgada por el Presidente Piñera y que entró en vigencia este 1 de enero, constituye un paso clave en esta ruta. Porque si bien desde 2009 a la fecha, las donaciones privadas a la cultura han aumentado en un 84%, superando los $ 25 mil millones, sólo cubren un modesto porcentaje de nuestras necesidades como sociedad.
La nueva legislación favorece la democratización de esta franquicia tributaria, permitiendo una mayor participación ciudadana a través de un importante aumento de posibles donantes, tanto entre personas naturales como jurídicas. Sin ir más lejos, se considerarán por primera vez las empresas con pérdidas, permitiendo, además, que la donación efectuada pueda ser presentada como gasto del mismo año o de los dos años siguientes.
A partir de ahora, el límite de las donaciones para los contribuyentes de primera categoría aumenta de modo sustantivo. Asimismo, una nueva alternativa de este mecanismo tributario consiste en que los trabajadores y la empresa para la cual trabajan podrán aliarse para el financiamiento de un mismo proyecto artístico-cultural. Lo anterior, debido a que, por primera vez, podrán donar los contribuyentes de segunda categoría, los extranjeros que realicen actividades comerciales en el país y los contribuyentes del impuesto a la herencia.
Entre las modificaciones de mayor trascendencia está la inclusión, entre quienes pueden recibir donaciones culturales, de los propietarios de inmuebles patrimoniales, quienes ahora podrán presentar proyectos para la reparación y restauración de sus propiedades, entregándoles así una importante alternativa a la obligación de mantenimiento que las declaratorias patrimoniales suponen.
La promoción de la cultura no puede ni debe identificarse con un sector social o político, porque cada uno de nosotros, sin exclusiones de ninguna naturaleza, tenemos un rol que cumplir en la promoción, circulación o goce de las artes y la cultura. La promoción de una cultura diversa y transversal, acogedora y abierta, es demasiado importante como para que quede en manos de un monopolio privado o de un Estado omnipresente. La libertad artística y cultural la garantiza justamente la existencia de la diversidad de quienes contribuyen a sostenerla.
En nuestro territorio palpita la riqueza cultural que nos define como país, nos hace únicos y nos conduce a la plena prosperidad. Entender a Chile es entender que el alma de nuestro país es su cultura y que como tal debe ser amplia, inclusiva, libre, representativa y, sobre todo, reveladora de aquella parte fundamental de nuestro capital social: la diversidad.
Columna publicada en La Tercera
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