Buen gobierno para todos los chilenos: un gran legado político
A poco de culminar el actual periodo de gobierno se ha iniciado un debate acerca de sus legados. Una afirmación que se ha repetido es que nuestro gobierno ha hecho una buena gestión, una buena administración, pero que, sin embargo, no ha dejado un legado político. Sin embargo, a mi juicio, la obra de nuestro gobierno ha ido mucho más lejos que eso. Chile es hoy más próspero y justo gracias a las reformas políticas, sociales y económicas que el gobierno y la Alianza han impulsado y que han permitido apurar el ritmo al que avanza nuestro país.
La noción de buena administración es muy mezquina para dar cuenta de la amplia agenda para perfeccionamiento y profundización de nuestra democracia, sin duda la más importante desde la transición, con la inscripción automática, el voto voluntario, las primarias reguladas por ley, la elección directa de los consejeros regionales y otras iniciativas en marcha. Tampoco es sólo la buena administración la que ha permitido que, según la Universidad de Chile, la desigualdad de ingresos en nuestro país haya revertido la tendencia al alza que tuvo durante el período presidencial previo, y que, en vez de ello, se situara en su nivel más bajo en casi cuarenta años.
La estabilidad macroeconómica y el mejor funcionamiento de muchos servicios públicos han sido muy importantes. Pero no es sólo ni principalmente por eso que 900 mil chilenos más cuentan hoy con un empleo y que las remuneraciones han crecido a mayor ritmo, especialmente para los sectores más vulnerables. Lo más importante ha sido el decidido esfuerzo destinado a facilitar el emprendimiento, apoyar a las Pymes y aumentar la competitividad de nuestra economía.
Hablar solo de buena gestión resulta también insuficiente para expresar iniciativas de gran calado, como la ampliación del postnatal a seis meses, la ley sobre cuidado compartido de los hijos de padres separados o aquella que establece medidas contra la discriminación o a promover la vida sana. Todo lo anterior muestra que el esfuerzo de nuestro gobierno dista de reducirse a una -sin duda deseable- buena administración, sino que ha habido una visión anclada en principios, como la defensa de la vida y la protección de la familia, la confianza en la libertad y la responsabilidad personal, y la búsqueda de la igualdad de oportunidades.
Nuestra opción por la libertad y la responsabilidad personal está plasmada desde el voto voluntario a las mayores facilidades para emprender, pasando por el Bono de Libre Elección de Fonasa, el programa Elige Vivir Sano y el propio Ingreso Ético Familiar. La búsqueda de la igualdad de oportunidades se refleja sobre todo en materia de educación, con medidas como la educación preescolar universal y gratuita desde los tres años, el incremento del monto y el drástico aumento de los beneficiarios de la Subvención Escolar Preferencial y la puesta en marcha de un sistema de financiamiento para los estudiantes de educación superior, que busca que todo joven chileno con talento pueda estudiar en la institución de su elección.
No puede olvidarse, asimismo, la tenaz defensa de nuestros principios en momentos en que ésta no era una tarea fácil. Un gobierno sin convicciones y sediento de popularidad habría accedido con rapidez a las demandas de los grupos de presión universitarios. El nuestro, lejos de ello, defendió sin la menor vacilación la libertad de enseñanza.
A este gobierno no le han faltado, por tanto, ni visión ni principios. ¿Le faltó política, como algunos dicen? De seguro las cosas pudieron haberse hecho mejor. Pero no deja de ser sorprendente este reproche cuando, entre otras cosas, este gobierno consiguió aprobar alrededor de 290 proyectos de ley, muchos de enorme trascendencia y empapados de nuestros principios, pese a que no contó con mayoría en ninguna de las dos cámaras del Congreso. Esto demuestra que sí ha habido capacidad para persuadir y llegar a acuerdos.
Nuestro sector perdió el gobierno, es cierto. Pero acreditó que puede gobernar bien. Y eso abre las puertas a una alternancia más frecuente en La Moneda, como ocurre en las democracias más desarrolladas.
Columna publicada en Diario Financiero
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