Inauguración Gran Explanada del Bicentenario
Palabras de S.E. el Presidente de la República, en inauguración Gran Explanada del Bicentenario
Santiago, 8 de Marzo de 2014
Siempre emociona y llega a lo más profundo de nuestros corazones, ver flamear nuestra bandera, como ustedes la están viendo en este instante.
Y siento que lo que ustedes ven refleja lo que es el alma y el espíritu de la nación chilena. Ahí está una bandera majestuosa, que flamea al viento, con sus tres colores y su estrella solitaria, y que refleja y representa lo que queremos que sea siempre nuestra patria. Igual como la bandera es noble, generosa, protectora, así queremos que sea nuestra patria, noble, generosa y protectora, con todos sus hijos.
Y esta bandera representa lo mejor de nuestra historia, pero también representa el mejor faro de nuestro futuro.
Porque ésta es la misma bandera que Arturo Prat comprometió frente a sus hombres de que a pesar de todas las dificultades, a pesar de la contienda desigual, nunca sería arriada. Y esa imagen de La Esmeralda hundiéndose en la rada de Iquique, con esa bandera flameando al tope, refleja también lo que es el espíritu, el temple, el carácter de los chilenos.
Es la misma bandera que la vimos flamear en el Morro de Arica.
Es la misma bandera que los 77 héroes de La Concepción remendaron usando parte de sus propios uniformes, para que estuviera ahí, en el momento de la batalla decisiva.
Y siento que lo que estamos haciendo hoy día tiene una profunda significación, tanto con nuestro pasado, como con nuestro futuro.
Porque el pasado y el futuro se encuentran en el presente. El presente es un instante que une ese pasado con ese futuro. Y sabemos que los países que no reconocen, no respetan, no valoran su pasado, enfrentan el futuro a ciegas, y los países que se quedan atrapados en ese pasado, muchas veces sacrifican, de antemano, el futuro.
Por eso este barrio cívico que hoy día estamos inaugurando refleja el alma de nuestro país, grande, noble, digna. Pero al mismo tiempo, ustedes ven, es austero, es sencillo, que son cualidades que están profundamente arraigadas en el alma de nuestro país.
Recordemos que el barrio cívico de nuestro país, al igual como lo era en los tiempos de la colonia española, estaba en la Plaza de Armas. Ahí, siguiendo esa vieja tradición de los españoles, se repartía la Plaza de Armas en cuatro segmentos. Uno para la Iglesia, otro para el Estado, haciendo honor a aquello de “al César, lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Otro para la actividad comercial, y otro para los ciudadanos. Así está configurada nuestra Plaza de Armas.
De hecho, si ustedes ven la historia de nuestra Plaza de Armas, se van a dar cuenta que donde hoy día está la Municipalidad, fue el lugar donde sesionaba el Cabildo, no el primer Cabildo, porque por razones de espacio, el primer Cabildo funcionó en otro lugar. Pero ahí estaba el Cabildo. Donde hoy día está el Museo de Historia Natural estaba la casa de los Presidentes, hasta el Presidente Bulnes. Donde está hoy día el Correo, fue la casa donde vivía Pedro de Valdivia, el Solar de Valdivia.
Sin embargo, en algún instante el Presidente Bulnes, en la década de 1840, quiso, como un símbolo, como un gesto, desplazar el barrio cívico desde la Plaza de Armas a lo que hoy día conocemos como la Plaza de la Constitución. Y así empieza a nacer este barrio cívico.
En esa Plaza de la Constitución, donde está el Banco Central, era la casa de los Carrera, en esa Plaza de la Constitución vivía también Manuel Rodríguez. De hecho, uno de los primeros administradores, sino el primero, del Palacio de La Moneda, que fue construida como Casa de Moneda, porque hubo una estrechez o carencia de liquidez, y los chilenos de la colonia decidieron construir su propia casa, para poder imprimir y acuñar sus propias monedas, vivió un antepasado, el padre de Portales, que según cuenta la historia, corría por esos patios desde niño.
Este Palacio de La Moneda, que estamos viendo a mis espaldas, fue construida en los últimos años de la colonia española como Casa de Moneda. Fue recién 40 ó 50 años después, cuando se transformó en la casa de los Presidentes de Chile, en consecuencia, en la casa de todos los chilenos.
Y así fue surgiendo el barrio cívico que hoy día conocemos.
Pero pasaron muchos años, 60, 70 años, desde que Bulnes decidió trasladar el eje y el epicentro del Gobierno a esta Plaza de La Constitución, que se empezó a configurar el barrio cívico que hoy conocemos. De hecho, esto se empezó a planificar en los tiempos del Presidente Arturo Alessandri Palma, y fue inaugurado en los tiempos del Presidente Pedro Aguirre Cerda. Y desde entonces ha sido el barrio cívico, donde se junta la Alameda de Las Delicias, la Alameda Bernardo O’Higgins, que antes era un brazo del Río Mapocho y que finalmente fue transformado en un paseo peatonal por Bernardo O’Higgins, con el Eje Bulnes: uno, la avenida de los ciudadanos, el otro, el eje del Gobierno, se junta, y hoy día se juntan en un lugar maravilloso, porque precisamente donde se encuentran estos dos ejes, el de los ciudadanos y el del Gobierno, está nuestra Bandera Bicentenario, que la vemos flamear grande, noble, generosa, al viento y nos llena de un sentimiento de orgullo y de emoción.
Hace unos días, recorriendo el país me tocó también inaugurar otras banderas bicentenario en muchas de las regiones de Chile. Recuerdo, por ejemplo, cuando en la Región de Coquimbo, en lo que hoy día se llama el Regimiento Coquimbo, pudimos ver flamear esa bandera, igual como en otras regiones de nuestro país, y el sentimiento siempre es el mismo, uno no deja nunca de emocionarse cuando ve flamear grande y al viento nuestra bandera, con esa estrella tricolor. Porque refleja tantas cosas, historia, pero también futuro. De hecho, la historia y el futuro se encuentran en el presente.
Y por eso, lo que hemos querido hacer durante nuestro Gobierno, al impulsar con tanta fuerza lo que hemos llamado el Legado Bicentenario es, en cierta forma, contradecir a Joaquín Edwards Bello. Joaquín Edwards Bello con mucha razón escribía y decía a quien quisiera oírlo, que en nuestro país no había respeto por el pasado, no había respeto por las obras y el legado de nuestros antepasados. Que más bien había una especie de obsesión con destruir todo aquello hermoso que el pasado nos deparaba y muchas veces reemplazarlo por lo que él llamaba “un culto a lo feo”.
Y tenía mucha razón. Por ejemplo, cuando se decidió destruir el Puente Cal y Canto, que había sido parte tan importante de la historia de nuestro país, a través de la historia del Corregidor de Cal y Canto, nadie reparó en que estábamos dejando atrás una parte muy importante de nuestra historia. De hecho, la vinimos a redescubrir por casualidad, cuando se hicieron las obras del Metro y se descubrieron partes de lo que habían sido esas obras del Puente de Cal y Canto. O cuando se decidió destruir la Iglesia del Espíritu Santo, una Iglesia que tenía una historia, una arquitectura, un patrimonio. Además, ahí habían sido velados los restos de Arturo Prat. Tampoco los de entonces repararon en que nos estaban arrebatando parte de nuestra historia.
Nosotros quisimos empezar a recuperar el tiempo perdido y empezar a reparar el daño causado. Y por eso lanzamos el Proyecto Legado Bicentenario, que consiste en rescatar, en recuperar, en traer de vuelta, porque recordar significa volver a poner en nuestros corazones, recordar, ese es el sentido etimológico de la palabra, obras que estaban siendo destruidas o estaban desapareciendo, producto del paso del tiempo y, a veces, también de la imprudencia o incluso de la maldad humana.
Y así nos propusimos recuperar cien grandes obras, que habían sido el legado de nuestros antepasados, a lo largo y ancho de nuestro país, desde las iglesias del Altiplano y la Ruta de las Misiones, en la Región de Arica y Parinacota, iglesias que habían sido construidas durante la Colonia, muchas de ellas por los Jesuitas, y que estaban siendo absolutamente devastadas por el paso del tiempo y que hoy día constituyen una de las rutas turísticas, arqueológicas, culturales, patrimoniales e históricas más interesantes de nuestro país, pasando por el Parque Renato Poblete, que ayer tuvimos la oportunidad de inspeccionar y de inaugurar en parte, y que si bien no es una obra del pasado, es parte del Legado Bicentenario, porque también nosotros, la generación del Bicentenario, igual como estamos rescatando las obras que nos legaron nuestros antepasados, incluyendo por ejemplo cuando se celebró el Centenario, el Museo de Bellas Artes, el Parque Forestal y tantas otras obras, que de hecho no se construyeron el año 1910, pero están ligadas a lo que fue el espíritu del Centenario, igual nosotros también queremos dejar obras, el legado a las generaciones que vendrán.
Y así seguimos hasta llegar al extremo sur, el Museo en Punta Arenas, o el Teatro Regional en Punta Arenas, que son realmente obras de un valor arquitectónico y patrimonial, hasta la nueva Base dentro del Círculo Polar Antártico, de Glaciar Unión, que tuvimos la oportunidad también de inaugurar hace algunas semanas, con 30 ó 40 grados bajo cero.
Eso es un enorme esfuerzo de nuestra generación por rescatar, recuperar, proyectar y legar a las generaciones futuras lo que nuestros antepasados nos habían legado, pero también agregar nuestro propio aporte, porque los países se construyen así. Una generación va construyendo sobre lo que otra generación había entregado. Es como una posta de relevos. Y así se van construyendo los países.
Lo importante es que tengan este sentido de respeto y veneración por el pasado y, al mismo tiempo, ese sentido de misión y compromiso con el futuro.
Y por eso este proyecto Barrio Cívico, que es parte del Legado Bicentenario, incorpora muchas obras. Por de pronto, la recuperación de la Plaza de La Constitución, que desde que había sido construida prácticamente no había tenido ninguna mantención, ninguna renovación y estaba a maltraer. Y hoy día vuelve a resurgir, sana, joven, para enfrentar los tiempos del futuro.
La remodelación que hemos hecho del propio Palacio de La Moneda, esta casa grande y noble, que nos enorgullece y, al mismo tiempo, simple, austera, tan propia del carácter chileno.
La recuperación de todas las calles aledañas, que conforman este todo, que une la Plaza de La Constitución con la Plaza de la Ciudadanía, con la Bandera del Bicentenario, con la Plaza Bulnes y con este Paseo Bulnes, que llega hasta el Parque Almagro.
La recuperación de las fachadas de los edificios que conformaban el barrio cívico, y que estaban a muy maltraer, porque prácticamente no habían tenido ninguna mantención. Ustedes ven cómo han recuperado su nobleza, han recuperado su belleza. Hemos logrado no solamente recuperar los estucos, replicar el material tal como fueron concebidas originalmente, sacar los aires acondicionados, que muchas veces rompían esa hermosura y esa armonía, cambiar la forma en que estaban coronados los edificios, que se habían coronado sin respeto por la historia ni por la estética. Y ustedes los están viendo con sus propios ojos, es un nuevo barrio cívico, es una nueva Plaza de La Ciudadanía que emerge ante nuestros ojos, orgullosa de su pasado, pero mirando hacia el futuro.
Esta Bandera Bicentenario, que tuvimos también el orgullo y la emoción de inaugurar hace un tiempo.
Esta nueva Plaza Bulnes, donde por fin se juntaron, después de tantas divisiones y separaciones, no solamente en vida, sino que también por los que los siguieron, entre el General O’Higgins y el General Carrera, que hoy día comparten honores en esta gran Plaza Explanada del Bicentenario.
Y esto continúa, por este Eje Bulnes, que nos va a permitir proyectar hasta el Parque Almagro, este nuevo barrio cívico, que además, ustedes ven que es cortado por la Alameda Bernardo O’Higgins. No era posible haber hundido la Alameda, como muchos pensaron, porque por debajo va el Metro. Y, por tanto, hubiera sido necesario profundizarla más de 40 metros, con lo cual, los accesos habrían tenido que distanciarse mucho. Pero sí quisimos, sin hundirla, incorporarla, integrarla. Y ustedes ven que hoy día forma parte de esta Gran Explanada, este gran barrio cívico, este gran lugar de encuentro entre los chilenos, que por decisión democrática de las personas, de la gente, se llama La Gran Explanada del Bicentenario.
Porque nosotros somos la generación del Bicentenario. Hay generaciones que pasan sin dejar huella, hay generaciones que tienen un encuentro con el destino y les toca esa maravillosa oportunidad y privilegio de marcar rumbos. Nuestra generación, la generación del Bicentenario pertenece a esas generaciones que tienen una misión y un encuentro con el destino.
Y lo hemos planteado de muchas formas, pero tal vez la mejor forma de resumirla es que a nuestra generación le toca la responsabilidad y el privilegio de lograr que Chile, después de 200 ó más años de independencia, se transforme por fin en un país desarrollado, sin pobreza, con mayor igualdad de oportunidades, con mayor unidad y con mayor fuerza para enfrentar los desafíos del futuro.
Porque la historia no se detiene, la historia siempre avanza. A veces nosotros podemos ser los conductores de la historia, a veces la historia nos pasa por encima y nosotros somos solamente los espectadores. Un país libre, siempre debe aspirar a ser el conductor de su propia historia.
Por eso hoy día en que estamos inaugurando esta Gran Explanada del Bicentenario, que integra elementos tan importantes de nuestra historia y de nuestra identidad, como la Plaza de La Constitución, el Palacio de La Moneda, las calles aledañas, la Plaza de La Ciudadanía, la Bandera del Bicentenario, la Plaza Bulnes, esta Gran Explanada del Bicentenario, el Paseo Bulnes, que se proyecta hasta el Parque Almagro, le estamos dando a nuestro país, a nuestra nación, a nuestra República, el barrio cívico que se merece, como replicando lo que son las condiciones y el alma de nuestra patria: grandeza, nobleza, belleza, armonía, pero al mismo tiempo sencillez, austeridad, que es tan propio del alma de nuestro país.
Por todo eso, yo querría hoy día agradecer, agradecer a mucha gente. Estamos a pocos días, de hecho, estamos a un par de días de terminar nuestro Gobierno: quiero agradecer a mis compatriotas por el privilegio, por el honor, por la oportunidad que me dieron y que nos dieron, de poder gobernar nuestro país desde la Presidencia de la República, pero también desde los ministerios, desde las intendencias, las gobernaciones, los servicio, agradecer muy sinceramente, porque el mayor honor que un ciudadano puede aspirar es precisamente el poder servir a sus compatriotas desde la alta magistratura de la Presidencia de la República.
Agradecer a los ministros, a todos los ministros, a los subsecretarios, intendentes, gobernadores, Seremis y jefes de servicio, porque lo digo con emoción y con gratitud, vi permanentemente su entrega, su compromiso, su dedicación, por lo que era una sola meta, una sola misión: darle a los chilenos la oportunidad de una mejor vida, de una vida más plena y más feliz.
Agradecer a nuestras Fuerzas Armadas y de Orden, que son parte de nuestra historia, de nuestro presente y de nuestro futuro, y que han llenado páginas de nuestra historia con su heroísmo, que a todos nos emociona.
Agradecer al Parlamento, a nuestro Congreso Nacional, uno de los más antiguos del mundo, porque también desde su trinchera es parte de este gran proyecto que se llama Chile.
Agradecer a esos miles y miles de funcionarios, y especialmente los más jóvenes, que no dudaron un segundo en abandonar sus posiciones, muchas veces de privilegio y con grandes proyecciones, para abrazar, sin pedir nada a cambio, el servicio público.
Agradecer también a los trabajadores de Chile, y muy especialmente, a los trabajadores que con sus manos han logrado entregarnos esta maravillosa obra que constituye el Barrio Cívico.
Agradecer a la empresa constructora Brotec, que yo sé, se esforzó más allá de lo que es normal para no solamente cumplir con los plazos, sino que también cumplir con los estándares de calidad.
Y decirles que yo, después de haber recorrido intensamente nuestro país, recordar que éste es el único país que tenemos, no tenemos otro, cada día me siento más orgulloso del país que juntos estamos construyendo, cada día me siento más orgulloso del pueblo de Chile y, especialmente, porque lo pude ver en tiempos de adversidad. La adversidad es como un espejo que muestra el fondo del alma de una persona. A veces la adversidad quiebra, destruye; otras veces la adversidad engrandece y fortalece. Y Chile, cada vez que ha debido enfrentar la adversidad, como tuvimos que enfrentarla a lo largo de nuestra historia tantas veces, incluyendo esa madrugada del 27 de Febrero, siempre mostró lo que es la tela de la cual están hechos los chilenos, eso que surge del fondo del alma, porque apenas se recuperaron los primeros rayos de Sol, después de esa madrugada del 27 de Febrero, y apenas pudimos ver la magnitud de la tragedia, porque a veces la gente tiende a olvidar, pero hay que recordar que esa madrugada del 27 de Febrero Chile fue devastado por un terremoto y maremoto tremendamente destructor: escuelas, hospitales, viviendas, aeropuertos, puertos, carreteras, puentes, edificios públicos, municipalidades, intendencias, infraestructura de nuestras Fuerzas Armadas, embalses, canales de regadío, estaban totalmente destruidos.
Yo nunca voy a olvidar dos cosas que vi con mis propios ojos esa misma mañana del 27 de Febrero del año 2010. Uno fue el edificio Alto Río, en Concepción, nos acercamos a ese edificio, porque no había nadie, estaba absolutamente en ruinas, había colapsado, y pudimos escuchar los gritos de angustia y desesperación de los que estaban atrapados en sus escombros, pidiendo ayuda.
Y también recuerdo la imagen desoladora de la Base Naval de Talcahuano, donde daba la impresión que el mundo estaba a la inversa, lo que debía estar en el agua estaba en la tierra, lo que debía estar en la tierra, estaba en el agua. Incluso hasta un submarino había sido sacado por la fuerza de las olas del agua y puesto en uno de los muelles de la Base de Talcahuano.
Pero los chilenos mostramos lo que somos, mostramos lo que está dentro de nosotros, mostramos la tela y el material del cual estamos hechos. Y nos pusimos de pie, secamos las lágrimas, enterramos a nuestros muertos, no los olvidamos, los enterramos, buscamos a nuestros desaparecidos y nos pusimos en obra y en marcha para reconstruir nuestro país.
Y hoy día, con mucha alegría y con mucha satisfacción, quiero decir que tengo la más profunda convicción, sin perjuicio de que por supuesto ésta es una obra inconclusa, la Patria es por definición una misión por cumplir, que hoy día tenemos un país mucho mejor que el que teníamos hace cuatro años, que hoy día tenemos un país reconstruido, y yo también siento que un país más fuerte, más unido, que es capaz de enfrentar mejor los desafíos del presente y, por supuesto, las oportunidades del futuro.
Por todo eso, yo quiero terminar estas palabras, probablemente las últimas palabras en un contexto cívico, como el que hoy día estamos inaugurando, diciéndole a todos mis compatriotas que me siento tremendamente agradecido y orgulloso del país y del pueblo chileno.
Gracias, muchas gracias.