Cadena Nacional: Balance de Gobierno y término del mandato constitucional
Palabras de S.E. el Presidente de la República, en Cadena Nacional: Balance de Gobierno y término del mandato constitucional
Santiago, 9 de marzo de 2014
Queridos compatriotas, muy buenas noches:
Este martes termina nuestro Gobierno y entregaremos la posta al que encabezará la Presidenta electa Michelle Bachelet.
Esta noche quiero agradecer, desde lo más profundo del corazón, a todos los chilenos y chilenas, por el privilegio y la responsabilidad que depositaron sobre nuestros hombros al elegirnos para conducir los destinos de nuestro país durante estos cuatro años.
El mayor honor y desafío que puede recibir un ciudadano amante de su país, es servir a su Patria y a su pueblo desde la Presidencia de la República.
Es verdad, nos ha tocado gobernar en tiempos muy difíciles. Heredamos una economía con claros signos de fatiga en su capacidad de crecer, crear empleos, mejorar los salarios, reducir la pobreza y expandir las oportunidades de los chilenos.
Hemos gobernado en medio de una dura crisis de la economía internacional, que ha significado desempleo y recesión en muchos países del mundo y también de nuestro continente. Tuvimos que enfrentar una extensa sequía, y 12 días antes de asumir nuestro Gobierno, en esa trágica madrugada del 27 de febrero, Chile fue golpeado por uno de los más devastadores y destructores terremotos y maremotos de nuestra historia, que significó mucho dolor y también generó un formidable desafío de reconstrucción, que tuvimos que agregar a nuestros compromisos y metas contemplados en el programa de Gobierno.
Durante estos años, muchas veces dijimos que Chile era un país de héroes. Y no sólo nos referíamos a Caupolicán, Lautaro, Arturo Prat, Ignacio Carrera Pinto, sino también a esos millones y millones de héroes anónimos, que todos los días luchan por mejorar la vida de sus familias y por engrandecer a Chile.
En la vida de los gobiernos hay tiempos para asumir compromisos y tiempos para rendir cuenta de su cumplimiento. Por eso, en las últimas semanas he tenido el privilegio de recorrer todas las regiones de Chile, rindiendo cuenta de nuestros compromisos y también de nuestra misión: hacer de Chile una sociedad de oportunidades, seguridades y valores, que nos permita a todos la oportunidad de desarrollar en plenitud nuestros talentos, la seguridad de una vida digna y la fortaleza de vivir nuestras vidas en un marco de valores y principios.
Hoy sentimos que nos vamos del Gobierno con la alegría del deber cumplido, y mirando a los ojos y con la frente en alto a todos nuestros compatriotas. En efecto, hoy Chile es un mejor país para nacer, crecer, estudiar, trabajar, formar familia y también para envejecer, de lo que era hace tan sólo cuatro años. Es decir, un mejor país para vivir.
Y la mejor prueba es que los nacimientos de niños y niñas en nuestro país, que antes disminuían, hoy están nuevamente aumentando. Y cuando las parejas chilenas, que sin duda quieren lo mejor para sus hijos, deciden tener más niños, es porque Chile es hoy un mejor país para que vivan nuestros hijos.
Sin perjuicio de los errores cometidos, que hemos reconocido y luchado por superarlos, y de estar muy conscientes que aún subsisten muchos problemas por resolver y desafíos por enfrentar para poder mejorar la vida de todos los chilenos, pero gracias al esfuerzo, aporte y mérito de todos ustedes, hoy Chile crece, crea empleos, mejora los salarios, reduce la pobreza y las desigualdades con fuerza y voluntad. Hoy, Chile avanza con todos.
Cómo no sentirnos contentos del millón de nuevos empleos que juntos hemos creado y que significa que un millón de chilenas y chilenos encontraron una oportunidad y recuperaron su dignidad; de que tres millones de compatriotas cumplieron durante nuestro Gobierno el sueño de la casa propia; de que gracias al mejoramiento sustancial del crédito con aval del Estado y la cuadruplicación de las becas, hoy ningún estudiante con mérito se queda fuera de la educación superior por falta de recursos, y ninguna familia ve transformado el sueño de un hijo profesional, en una verdadera pesadilla, por la pesada mochila de deudas que ello significaba.
Cómo no sentirnos contentos de los 24 nuevos hospitales que hemos inaugurado y los 47 que están en proceso de construcción; de haber aumentado de 1.200 a 4.000 nuestra capacidad de formar los médicos especialistas que tanto necesitamos; de haber terminado con las listas de espera Auge y haber comenzado a reducir el precio de los medicamentos; de haber impulsado el Programa Elige Vivir Sano, que lidera la Primera Dama, y que está cambiando nuestra cultura hacia una vida con más deporte, mejor alimentación, más familia, más naturaleza. Es decir, una vida más plena y más feliz para nuestros compatriotas.
Un buen Presidente debe ser como un buen padre o madre de familia y preocuparse por todos sus hijos, pero con un cariño muy especial por los que más lo necesitan.
Por eso nuestro permanente compromiso con los más pobres y con nuestra esforzada clase media, y nuestro compromiso sólido con acoger, acompañar y ayudar a nuestros compatriotas, desde la misma cuna hasta su muerte natural, para que todos puedan desarrollar los talentos que Dios nos dio, y para que todos sepan que más allá de sus propias responsabilidades, ningún chileno que tropiece quedará solo y abandonado, que una mano amiga y solidaria lo ayudará a ponerse de pie y volver a caminar.
Por eso extendimos de tres a seis meses el beneficio del posnatal y también ampliamos, de una de cada tres, a todas las mujeres trabajadoras la cobertura de este beneficio, para que todos nuestros niños, en sus primeros seis meses de vida, cuando se define su desarrollo físico, emocional e intelectual, cuenten siempre con el amor y la compañía de sus padres, porque es en esos primeros seis meses cuando más lo necesitan.
Por eso avanzamos hacia la sala cuna universal y la educación parvularia y preescolar gratuita y garantizada para todos nuestros niños. Por eso establecimos el Ingreso Ético Familiar, que ha dejado de lado el asistencialismo, que provoca dependencia y pérdida de libertad, y representa hoy día una verdadera alianza estratégica entre el Estado y los más necesitados, para unir fuerzas y premiar el esfuerzo en la lucha contra la pobreza y la recuperación de la dignidad. Por eso eliminamos el descuento del 7% de la salud de nuestros pensionados y ya enviamos el proyecto de ley que mejora también las jubilaciones de nuestras Fuerzas Armadas.
Por eso avanzamos en igualar a hombres y mujeres, tanto en derechos como en responsabilidades, y hacia una sociedad más inclusiva, más respetuosa y menos discriminatoria con las minorías y con los que piensan distinto.
Por eso hemos combatido con la máxima voluntad y firmeza la delincuencia, la cual por fin, y aunque nos ha costado, y mucho, tal como lo demuestra la última encuesta ENUSC, hoy está empezando a retroceder y la tan anhelada paz y seguridad de nuestras familias, empezando a avanzar.
Y todo esto lo hemos hecho bajo la luz inspiradora y orientadora de nuestros valores, de nuestros principios, como nuestro férreo compromiso con el valor y dignidad de la vida, los Derechos Humanos de todos, en todo tiempo, lugar y circunstancia; la libertad, la paz, la justicia, la honestidad, la unidad, la protección del medio ambiente y la solidaridad entre los chilenos.
La forma como hemos llevado a cabo la reconstrucción, la voluntad y fe con que rescatamos a nuestros mineros, la unidad con que celebramos nuestro Bicentenario, la constelación de héroes anónimos que hemos conocido, constituyen una fuerza invencible, que ahora debemos orientar hacia los nuevos desafíos que Dios y la vida nos ponen por delante. Esos desafíos, que durante los primeros dos siglos de nuestra vida independiente nos han sido tan esquivos.
Porque el sueño y la misión de nuestra generación, la generación del Bicentenario, es lograr aquello que nuestros padres, abuelos y los que los antecedieron siempre buscaron, pero nunca lograron: hacer de Chile un país desarrollado, sin pobreza, un país con mayor justicia e igualdad de oportunidades, un país que le permita a todos sus hijos una vida más plena y más feliz, en una sociedad comprometida con aquellos valores y principios que están tan arraigados en el alma de nuestro pueblo.
Quisiera terminar estas palabras expresando dos sentimientos.
Primero, mi profundo orgullo por Chile y mi inmensa gratitud con mis compatriotas, por su cariño y apoyo que siempre han expresado, a través de un abrazo apretado, una palabra de aliento, un gesto amistoso, una sonrisa alegre o simplemente en la intimidad de los pensamientos de sus corazones.
Segundo, quiero desearle la mejor de las suertes y el mayor de los éxitos al futuro Gobierno, que a partir de este martes encabezará la Presidenta electa Michelle Bachelet.
Durante mis cuatro años como Presidente de todos los chilenos, cada vez que lo requerí, conté siempre con el consejo sabio y generoso de todos aquellos que me antecedieron en el ejercicio de mi cargo. La futura Presidenta sabe que ella también podrá contar siempre con esa misma actitud y disposición de mi parte.
Quiero también agradecer a todos los que formaron parte de nuestro Gobierno, a los ministros, subsecretarios, intendentes, gobernadores, jefes de servicio, a los militantes y simpatizantes de los partidos políticos de la Coalición por el Cambio, y a tantos otros que en cuerpo y alma entregaron lo mejor de cada uno de ellos para la tarea de mejorar la vida de los chilenos y engrandecer nuestro país. También al Poder Legislativo, al Poder Judicial, y a otras instituciones, como la Contraloría, el Banco Central, la Fiscalía, el Tribunal Constitucional y tantas otras que también hicieron un gran aporte.
Quisiera también, y con mucha emoción, agradecer a mi familia, a mis hijos, a mis nietos, y muy especialmente a mi mujer, Cecilia, que no sólo fue una gran Primera Dama, sino que también la mejor compañera, amiga, consejera, y a veces crítica, que este Presidente pudo haber tenido.
Y, finalmente, agradecer a Dios, por no abandonarme ni dejarme desfallecer, ni siquiera en los momentos más duros y oscuros, en que conocí la soledad y la incomprensión, y por darme siempre la salud, la voluntad y las fuerzas necesarias para cumplir con mis responsabilidades como Presidente de todos los chilenos, entregando siempre lo mejor de mí mismo y no apartándome nunca de lo que, en base a lo más profundo de mis valores y en la intimidad de mi propia conciencia, estimé era lo mejor para el Chile y los chilenos de hoy y del mañana.
Que Dios bendiga a Chile, que Dios bendiga a los chilenos.
Buenas noches y gracias, muchas gracias.